sábado

Aplastamiento de las Gotas.

Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.
Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós.









Y Cortázar no podría haberlo dicho mejor.
Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós.
Justo hoy que llueve, justo que borré varios textos de mi blog hasta que recordé que no tenía porque hacerlo, que no tenía que renunciar a nada y que quería recordar todos los momentos con Mariano los buenos y los malos... Ahora más tarde voy a subir los que saqué, incluyendo la carta a el que puse la otra noche. Por lo pronto me conformo con subir esto e irme a trabajar.
Adoro los sábados...

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